jueves, 7 de febrero de 2008
El Nacimiento de Krisna
En la lejana India, vivió hace mucho tiempo un malvado rey llamado Kansa. Cierto día, un adivino le dijo que sería asesinado por el octavo hijo de su hermana, Devaki. El rey, muy asustado y enfurecido, mandó a encerrar a su hermana y a su esposo, dando la orden de matar a sus siete hijos.
Kansa quería mantener su malvado plan en secreto y amenazó con matar a sus guardias si decían una sola palabra. No deseaba que los dioses se enteraran, pero Visnú, el dios de la bondad y la misericordia, que tenía el poder de renacer una y otra vez con muchas formas distintas, decidió que reencarnaría en el octavo hijo de Devaki.
Cuando Devaki estaba a punto de parir, Kansa no quiso arriesgarse y puso a un guardia armado en la puerta de la celda. Al caer la noche, una extraña calma se apoderó del palacio. Cuando fue medianoche, Devaki dio a luz un hermoso varón de color azul, y en ese momento el universo se estremeció de emoción. En el cielo repicaron los tambores y llovieron flores. Las diosas y los dioses empezaron a cantar:
-¡Visnú ha vuelto a nacer en forma de hombre y su nombre es Krisna!
De pronto Krisna abrió los ojos y fue como si se hubieran abierto las puertas del cielo. Los padres de la criatura vieron con asombro cómo sus cadenas se soltaban y se abría la puerta de la prisión. Afuera, los guardias estaban sumergidos en un profundo sueño.
El padre de Krisna corrió hasta el río. Debía cruzarlo y dejar a su hijo en manos de dos humildes campesinos, Nanda y Yasoda, que podrían criarlo lejos de su malvado tío. El hombre se metió al agua y cuando estaba a mitad de camino, se desató una gran tormenta. Cuando todo parecía perdido, Krisna extendió un pie y lo sumergió en el agua. Milagrosamente, las aguas se calmaron y ambos pudieron llegar a salvo a la otra orilla del río.
Fue así como Krisna se crió lejos del peligro, como el hijo de un pastor. Corría y jugaba feliz por los prados. Cierto día, llegaron los niños de la aldea corriendo a la casa de Yasoda y le dijieron que Krisna había comido tiza.
-¿Es cierto que has comido tiza?
- No, no es cierto- contestó Krisna.
- A ver, abre la boca- le dijo Yasoda- déjame ver.
Krisna abrió la boca y Yasoda miró en su interior. El tiempo y el espacio se detuvieron. Miraba dentro de la boca de la eternidad. Vio la creación del cielo y la tierra, los planetas y las galaxias del universo. Vio la tierra, el fuego, el aire y el agua. Vio selvas, desiertos y océanos. Yasoda pudo presenciar la creación en la boca del señor Visnú y entendió que no hacía falta cuidar con tanto celo a Krisna, porque él los protegería. Krisna cerró la boca, y Yasoda olvidó todo lo que había visto, pero su corazón estaba lleno de amor.
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